A tu voz que se apaga

Sobre tu cuerpo he presenciado
los acordes simples y elegantes.
Sobre tus ojos, la pureza rutilante
de un rencor enajenado.
Sobre tus brazos de nieve
observo hoy tu postura,
pareces tan frágil, tan leve,
sobre tu amante figura.
Yo te recuerdo bajo la ternura del celaje,
de aquellos tiempos impensables,
de silencios infrecuentes,
de otoños memorables bajo el fiel paisaje.
¿Quién ha de pensar en ti más que yo?
que ahora el viento se llevó tu hora,
¿quién ha de pensar en ti mi amor?
si tu boca demanda mi boca.
Es bueno saber que al caminar contigo
somos más que dos sombras,
aunque a la sombra de tu olvido,
me implore más tus nuevas horas.
En esta noche no me siento impecable,
los caballos otoñales
parecen llevarme tu hermosura,
también tu ternura, también tus árboles.
Al posar en tu hondo mi mirar
en esa forma secreta de tus paredes,
la oscuridad se tiñe de laureles
y vuelven tus ojos a soñar.
Reunirás tus brazos, tus piernas,
el crisol de tus mañanas,
apagadas al son de las campanas
de tus demencias y alegrías.
Los jardines de esta tarde
se visten de buen miedo,
y a la vista de este cuerpo pleno,
se pierde hoy mi lento verso.
Así también se pierde mi futuro
entre tus pasos que se van,
como el aroma de un conjuro,
vuelve a mí tu desnuda paz.

© Ricardo Calderón Inca


Ricardo Calderón Inca escribe desde el Perú y participó con este poema del primer concurso Heptagrama de poesía.


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