El reto de actuar

Actuar no es fácil. Requiere buena memoria, conocimiento de sí mismo y —en breve— creer que uno realmente es el personaje que está representando. El actuar requiere de buena condición física. Los actores necesitan poder moverse rápido, mover cosas rápido o cambiarse rápido para mantener el ritmo que la obra demanda —especialmente en teatro.

Y sin embargo, no es todo. Quien desea convertirse en actor necesita mucha imaginación y experiencias previas. La imaginación es poderosa, pero no siempre suficiente; así que los actores a veces tratan de aprender metiéndose directamente en las actividades que sus personajes necesitarán durante una obra (como hablar con esquizofrénicos o disparar armas reales) antes de poder actuar un personaje en particular.

Como pilar de todo esto, hay un arsenal de habilidades personales, muchas de las cuales se desarrollar después de algunos estudios.

El primero es la dicción, la capacidad de pronunciar clara y apropiadamente para que todos puedan entender lo que se está diciendo. Esta viene junto con la impostación, que es la capacidad de proyectar la propia voz fuerte pero clara sin gritar —tal como hacen los cantantes. En el cine, la impostación quizá sea menos necesaria, pero en el teatro es obligatoria.

Luego viene la capacidad de perder las inhibiciones propias. Esto usualmente se consigue después de algo de práctica, juegos y el apoyo de tus compañeros actores. Al actuar, todo a tu alrededor se convierte en parte de la obra; y la mayoría de las veces el actor interactúa con todo a su alrededor al menos una vez durante la obra.

Una vez que la persona está preparada para actuar, todo trascurre alrededor de la obra. Tras leer el libreto y acordar lo que se incluirá y lo que se sacará de la presentación (algo que pasa con mayor frecuencia de lo que imaginas), los actores comienzan a ensayar. Esto consiste en actuar, pero también en reaccionar a las actuaciones de los otros personajes, dando forma a la obra bajo el control de un director.

Para ser capaces de dar forma a la obra completamente, y obtener el resultado deseado ensayo tras ensayo y presentación tras presentación, los actores por lo general dejan de lado su propia personalidad para convertirse en su personaje; algo que hacen una y otra vez, como si tuvieran un interruptor. Es por esto que pueden, por ejemplo, llorar en el segundo acto cuando están en escena, o gritar desesperadamente al personaje principal antes del final una y otra vez.

Empero, hay puntos negativos en esto. Los actores tienden a fusionarse con sus personajes tanto que vivir la obra puede ocasionarles algo de sufrimiento real.

Es por esto que digo que actuar es todo un reto.


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